domingo, 23 de mayo de 2010

Dignidad

Es la Historia de Amor más bonita que conozco.
Ésta sí es una historia épica, heroica y más allá de los poemas y novelas románticas escritos o imaginados.

Tras dos años de bailes sin besos y tres de cartas furtivas desde el cuartel, el día de su boda, mientras firmaban los papeles en lo que hoy es la escuela sin niños, se susurraron: ''os jodéis, que ya no podéis hacer nada''.
De regalo, les pusieron un yugo y les hicieron arar un estercolero, hasta que ella se plantó y dijo que araran ellos.
De menú, comieron ternera cocinada por la madre del novio.
La noche de bodas, los amigos bromistas y borrachos casi le abren la cabeza.
De luna de miel fueron, en un burro prestado, a un pueblo de la comarca a visitar a unos primos.

Después vinieron décadas de trabajar de sol a sol, de noches al raso en el monte, de talar, de segar, de viajes en furgoneta, de pollos y cerdos. El uno junto al otro, hombro con hombro, cada día, sin descanso, sin vacaciones, sin quejas.
Años de dolores y enfermedades, pero también de alegrías, de hijos y después nietos.
Una vez vio ella el mar, ya de bien adulta. Llegó tan mareada que dijo que no volvía.


Al fin, y hace ya mucho, llegó la jubilación más que ganada.

Hoy siguen donde siempre, viendo el mundo cambiar mientras ellos envejecen, mano a mano; mientras sus hermanos y amigos van marchándose (y ven llegar a los bisnietos).
Y continúan adelante, con chistes y sonrisas diarias, luchando como pueden.
Las enfermedades no dan tregua pero ellos, con sus cuerpos arrugaditos y llenos de cicatrices, siguen juntos, como cada día de su vida.
Décadas de limpiarse el sudor y las lágrimas se convierten inevitablemente en batallas diarias con mocos y babas, pero sin el mínimo atisbo de asco puesto que el cuerpo de uno es la prolongación del del otro. Las noches de insomnio ahora son de otro tipo.

Casi sesenta años después del día que -sostiene ella orgullosa- hubo gaita y tamboril en su honor, siguen diciendo que se quieren en público, y asegurando que volverían a casarse aún sabiendo la vida que les tocó vivir, aunque sólo si es el uno con el otro. (Si no lo hubieran hecho, yo no estaría aquí.)

Son una muestra de dignidad que no está en los romances televisivos que nos hacen envidiar a desconocidos, perecederos y llenos de vanidad.

Daría cualquier cosa por tener la décima parte de lo que ellos han compartido y seguirán compartiendo hasta que la única que podrá separarlos haga aparición. Y tengo mis dudas sobre si no se mantendrá en el Más Allá.



[d(e.e)b Sonando: Keep on driving, Pájaro Sunrise]

5 comentarios:

  1. Precioso y real como la vida misma, un relato merecedor de todo mis respetos. Te felicito.

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  2. Dignidad: El mejor nombre para esta historia de Amor de la que somos fruto. Enhorabuena por el post y gracias por compartir con el mundo este relato. Un besazo, de otra de las nietas.

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  3. Gaita y "tamboril"¿?

    La verdad es que el recuerdo más guapo que tengo de mis abuelos es de sus bodas de oro.

    un saludo

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  4. Me he emocionado mucho por lo que te he contado antes por el messenger, porque he recordado a mi abuela y porque todo lo que dices está escrito con una sensibilidad y una elegancia que sacuden.
    Un besazo preciosa

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