Mi idea era escribir una crónica tratando de ser imparcial, pero me he dado cuenta de que para mí, en música, eso es inconcebible. Tengo a este hombre en demasiado buen concepto como para admitir que tenga puntos débiles en directo.
El caso es que se puede tocar más lento, más cañero, más definido, más o menos comercial...pero no se puede tocar mejor.
Objetivamente, el sonido fue perfecto. No sé si por milagro de una correcta producción o porque todos los que estaban ayer al anochecer encima del escenario del auditorio eran realmente buenos. Me inclino más por la segunda opción.
La voz suave, dulce, pero poderosa.
Siempre me ha parecido que, más que cantar, acaricia las palabras de un modo tan sensual que podría evocar los momentos más íntimos de dos personas que se quieren mucho.
El repertorio es tan extenso que se podrían hacer cuatro conciertos como este, y se quedarían
temazos en el tintero. Y es que no tiene canciones malas.
Las dos primeras que sonaron, que en principio no tenían un sentido emotivo especial para mí, hicieron que se me llenaran los ojos de lágrimas.
Inexplicablemente, me vi con la piel de gallina en
Daiquiri Blues, empezando dos horas de MÚSICA con mayúsculas.
Alternando las nuevas con los clásicos (sí, ya tiene canciones que se consideran clásicos), los temas acústicos con el contrabajo con la potencia de las guitarras, las que te dejan con el alma en vilo con las que te dan ganas de comerte el mundo, consiguió ganarse al público como yo sabía que lo haría.
Él demostraba la timidez que le caracteriza, pero se le veía seguro de sí mismo, sabedor de que estaba haciendo bien su trabajo, no defraudando a los que pagaron su pico para llenar todas las butacas.
Menos introspectivo que hace un tiempo, él mismo se da cuenta de lo que ha
evolucionado, para bien.
Algunos petardos no disfrutaron tanto como yo, amargando al personal con
conversaciones por teléfono (sí, en un teatro), o continuas salidas y entradas, que de todo tiene que haber en la viña de
Rock'n'
roll, pero en general el público acompañó dando palmas,
piropeándole en los tiempos muertos y cantando las canciones,
suavecito y por debajo de su voz, eso sí.
Por mi parte, no hubo estrofa que no pronunciara, haciéndolo casi por reflejo y sin enterarme de estar recitando cada verso, tal es la profundidad en la que tengo yo ancladas las canciones de este hombre.
Entre el desfile de canciones y estilos, homenajea a Antonio Vega y a su tocayo
Urquijo, hace guiños a Van
Morrison, e incluso se atreve a
parafrasearse a sí mismo con un verso de una canción incluida en su primer disco que, a mi gusto, se echó terriblemente en falta.
El concierto avanza y se suceden los éxitos,
Miss Camiseta Mojada, Kamikaces Enamorados, Pequeño rock'n'roll en versión al piano,
Polvo en el aire con alusiones claramente sexuales... dando tiempo incluso a que se equivocara de letra y tuviera que volver a empezar.
Pero el público se lo perdonó, el público le hubiera perdonado casi cualquier cosa a aquellas alturas, y el ánimo colectivo se viene arriba, en vista de que el final está ya cerca.
La primera despedida no se la creyó nadie, y tuvieron que tocar otros tres o cuatro temas para volver a marcharse y salir, finalmente, a culminar con
Aunque tú no lo sepas (esta vez sí cantada por todo el público levantado) y
Vidas Cruzadas, donde dieron las luces y la que escribe acabó hasta saltando, a voz en grito y con salitre en las mejillas.
Con el ''
I wanna rock and roll'' más cañero sonando, ya en lata, la banda se despide, saluda, se inclina, se empuja, juega, mientras la gente va saliendo con la sonrisa más amplia dibujada en meses.
Prometían
rocanrolear toda la noche y amanecer como locos después de las seis en un hotel sin dramas, por lo que salieron a conocer el ambiente nocturno de la ciudad.
Concretamente pasaron a tomarse unos
whiskeys en el
Country, gran bar en el que, concretamente, estaba ésta tomándose una cerveza.
A falta de cámara, el gran Quique me firmó la entrada y me dio las gracias por haber asistido al concierto y yo, palurda como pocas, ni le di dos besos ni
conversación de ningún tipo.
Cierto es que la
charleta no hubiera venido a cuento, pero podría haberle dicho tantas cosas... podría haberle contado lo importantes que son para mí sus canciones y tantas otras cosas que hubieran sonado a adulación de
grupi pasada de rosca, que me dí la vuelta y volví con mi gente.
Observándole, vi como de cuando en cuando se le acercaban
grupillos de personas, y él aceptaba, resignado, a dar besos y hacerse fotos, cuando claramente lo que le apetecía era fumarse su porrillo (
aromatizando el bar) y
beberse su copa
tranquilamente.
Pero es un hombre sencillo y sabe que es el precio a pagar por vivir de su talento, por lo que sigue sonriendo y dando las gracias a todo el que se le acerca.
Tal vez esa sea la clave de todo.
Quizás esa sea la razón de que sea tan grande.
Lo hiciste, Quique, la ciudad fue tuya.
Y a mí, ya me tienes ganada para los restos.
[d(^.^)b Sonando: Quique
González una y otra vez]