miércoles, 25 de agosto de 2010

Comprar

Comprar, comprar, comprar.

Comprar de forma innecesaria.
Comprar uno nuevo por no molestarse en ver qué es lo que se rompió.
Comprar porque hay que darse algún capricho.
Comprar otro porque no merece la pena arreglarlo, para lo que costó.
Comprar porque nunca está de más tener repuestos.
Comprar porque está en oferta.
Comprar porque tampoco vamos a salir de pobres.
Comprar porque nunca se sabe.
Comprar porque fíjate qué mono.
Comprar porque a mi niño, lo mejor.
Comprar sin pesar los kilos de basura que bajamos cada noche.
Comprar porque el otro se quedó viejo y por ello ya no sirve.
Comprar porque se acaban las rebajas.
Comprar porque aunque llevamos sin ello desde siempre, ahora se ha convertido en una necesidad apremiante.
Comprar de forma terapéutica, para desestresarse.
Comprar sin pararse a pensar lo prescindible de la mayor parte de lo que compramos.
Comprar porque el plástico nunca se acabará (de degradar, se entiende).


Me pregunto cuántas de las cosas que tengo a mi alrededor son absolutamente imprescindibles para una vida cómoda, sin estrecheces.
No hablo de imprescindibles para sobrevivir, ya que es obvio que esas son muy pocas.
Me sobran objetos, aparatos, adornos, utensilios.
Por todas partes.


El sistema nos induce al consumo como forma de vida y, como ciudadanos responsables que somos, no negamos al sistema su modo de retroalimentación.

El problema esque el sistema acabará por engullirnos.
Con nuestras tarjetas de crédito y todo.



[d(o.O)b Sonando: Sail away, David Gray]

No hay comentarios:

Publicar un comentario