miércoles, 16 de febrero de 2011

Historias diarias I, II y III

Una anciana llega de buena mañana.
Está medio ciega, se desplaza con ayuda de un bastón pero su paso es ágil. Habla del tiempo, del presente, del futuro y me cuenta su vida en lo que corto los cupones de sus recetas.
Tiene noventa y dos años y hace casi cincuenta que quedó viuda. Me habla con orgullo de cómo sacó adelante a sus hijos, cómo luchó por los suyos cuando todo estaba en su contra.
Y cada palabra la pronuncia con una sonrisa, una serenidad y un espíritu que contagian a todos los que estamos presentes.
Cuando acabo, coge la bolsa con sus veintitantos paquetes (es su tratamiento para dos meses), da los buenos días y se marcha a pasitos cortos.


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Una chica llega con un dolor muy fuerte. Su médico no le ha atendido, y viene realmente nerviosa. Nos explica lo que le pasa entre lágrimas, rozando el ataque de ansiedad.
Tiene una contractura en la espalda, pero también nervios, estrés y un examen por la tarde.
Está sola, necesita alguien que la aconseje, alguien que la escuche.
Cinco minutos después, deja de llorar. Diez minutos después, se relaja. Tras quince minutos, se marcha con unas ampollas de metamizol y los músculos y el ánimo visiblemente más relajados.


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-¿Es la primera vez que toma estas pastillas? Pueden producirle sequedad bucal y mal aliento, no se asuste, es normal. Si le ocurre, vuelva y le damos algo para solucionarlo.
-....

-Oye, la verdad es que así da gusto. Cómo dais explicaciones, contais lo que pasa, ayudais a las personas. En otro sitios este negocio parece un estanco, pero vosotras os implicais y eso se nota.
-Gracias a usted.

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