
Estaciones, aeropuertos y demás sitios de viaje, nos dejamos reventar.
Por cambiar nuestro paisaje, por hacer nuestro equipaje, sin volver la vista atrás.
Mi vida transcurre entre trayecto y trayecto, kilómetros arriba y abajo.
Asfalto, acero, semáforos.
Es extraño que no pierda más autobuses, que no extravíe más billetes, que no olvide más maletas.
Por eso, no me sorprende que de vez en cuando me suba a un tren que va en dirección contraria como hice ayer o que a veces tenga que correr arrastrando el equipaje.
A veces creo que es la única forma de vivir que sé.
Donde los sueños se van en el sabor de un café...
Existen más vidas, de hecho. Aprovecha esa fase, algún día echarás de menos tiempo para leer en los autobuses, para escuchar música y observar, simplemente, a los transeúntes de los espacios públicos.
ResponderEliminar