Le creció una ampolla, se la explotó, extrajo el líquido y se levantó la piel.
Al poco tiempo apareció una nueva capa, endurecida, que también retiró.
Bajo ella se creó una costra, que levantó sin dudar.
La sangre se secó, y con el tiempo apareció la cicatriz que llevaba tanto tiempo buscando.
La piel no volvería a ser lisa y tersa jamás, sus células no se regenerarían de la forma en que lo habían hecho hasta entonces. Moriría con aquella pequeña marca fibrosa.
Sonrió.
Al fin tendría un recuerdo.
Y esta vez sería imborrable.
Impresionante, como siempre.
ResponderEliminarLo bueno de las cicatrices es que te recuerdan que has vivido, con todo lo que eso implica, que no es poco.